lunes, 28 de junio de 2021

MI HERMANA NEGRA

  



          Cuando yo era pequeño, vivía con mis padres en la calle Mallorca. Yo debía de tener unos seis años y algunas cosas las tengo borrosas en la memoria. No lejos de allí, en la calle Aribau, vivían mis tíos Eduardo y Pepita. Mi tía era sastresa y cosía en casa, para la sastrería Santa Eulalia en el Paseo de Gracia. 

          Algunas veces, cuando tenía tiempo libre mi tía venía a verme y siempre nos traía un bizcocho muy bueno, elaborado por ella misma. Mamá preparaba chocolate deshecho y nos poníamos a merendar. A mi tía la recuerdo siempre muy seria, con una cara un poco triste, pero cuando me veía se le iluminaba el rostro. Me cogía en brazos, me zarandeaba por los aires y me besaba con mucho afecto. Al tío Eduardo lo veía menos, porque siempre estaba trabajando, pero era de esa clase de hombres que a primera vista sabes que es una muy buena persona.

          De tanto en tanto, algún domingo por la tarde les hacíamos una visita y entonces, escondida en su habitación se oía murmurar, hablar en alto, e incluso gritar a mi prima Wildy. Yo tenía mucho miedo porque en alguna ocasión había abierto la puerta de la cámara oscura y salía directa hacía mí con ansías de agredirme. Entonces mamá y papá se despedían de los tíos y volvíamos a casa. Mis padres comentaban casi murmurando «pobrecilla niña, qué pena, siempre enfermita».

          Pasaron los años y nos fuimos distanciando de esa familia. Yo tampoco pregunté. A veces te das cuenta de que hay temas familiares que no se quieren tocar y permanecen en los silencios. Nos enteramos de que el tío había fallecido y de mi tía y prima ya no supimos nada más.

          Descubrí toda la verdad cuando conocí a una chica que me enamoró y decidimos casarnos. A la hora de arreglar los papeles para la boda, mis padres, ya muy ancianos, me confesaron: «Hijo tu tía Pepita y tu difunto tío Eduardo en realidad son tus padres. Nosotros somos tus tíos».

          Después del gran impacto que me dejó helado, me fueron explicando con todo detalle lo que sucedió hace cuarenta años. Mi tía, bueno mi madre biológica, se casó con un músico de la República Dominicana que vino con su compañía de varietés al Paralelo. Se enamoraron y tuvieron a esa niña mulata. Al poco tiempo murió el músico y a los pocos años mi madre se volvió a casar con mi padre biológico Eduardo. La pobre Wildy tuvo un brote de esquizofrenia y al nacer yo, entre celos y su propia enfermedad, me quería liquidar. Un día la encontraron casi ahogándome en la cuna. Entonces con el afán de protegerme y a pesar del dolor de su corazón, decidieron entregarme al hermano de mi padre y su esposa que no podían tener hijos. De esta manera se convirtieron en mis padres.

          Ha pasado tanto tiempo de todo esto, que ahora, muchas veces pienso en mi hermana negra, dónde estará. Mi madre se fue a vivir a una residencia de monjas en Banyoles y también falleció.

          Alguien quizás, algún día, escribirá un relato de nuestras vidas.

         

         

          

7 comentarios:

MFL dijo...

Sigue? Me gustaría 😍

Unknown dijo...

Excelente relato y muy conmovedor

Unknown dijo...

Adelante...muy bueno

Blancavr dijo...

Genial com sempre😁😊🍀🌹

Blancavr dijo...

Genial com sempre estimada Roser

Manuel dijo...

Buen material para una posible novela, ¿te animas?

LAS UTOPIAS DE ROSER dijo...

Estoy en ello...