lunes, 31 de mayo de 2021

RECUERDOS DE MI TIERRA

 



Parece como si el tiempo se hubiera parado. Las horas transcurren lentamente. Nada por hacer. Nadie con quien hablar. Ningún proyecto que me ilusione. El futuro para mí ya es incierto. No hago planes más allá de mañana. Eso ya es mucho. Solo entonces me queda hurgar en el pasado. Vivo entre sueños y recuerdos. Miro con nostalgia aquellos años de mi edad temprana. Allá en mi tierra donde transcurrió mi infancia feliz.

Mi abuelo tenía una granja en la República Dominicana, en la región de Santmaná. Allí vivíamos varías familias; mis abuelos, mis tíos con sus hijos, mis padres y mis hermanos. Teníamos una vaca que daba mucha leche. Producía suficiente leche para toda la familia e incluso para los vecinos. También se cultivaba la tierra con toda clase de productos de temporada. De eso mi abuelo sabía mucho y en cada periodo se plantaban las semillas apropiadas para que la tierra hiciera su curso y se reciclara. Todo ello ocurría en tiempos del dictador Trujillo. Nosotros sin embargo, éramos felices. Me encantaba subirme a los cerros y desde allí contemplar los atardeceres en un  maravilloso paisaje. Me quedaba hasta que el sol desaparecía entre las nubes, allá en la línea del horizonte. Todo transcurría en armonía.

Pasaron los años y llegó aquello que le denominan “progreso”. Alguien vino y se enamoró de nuestras tierras, nuestras playas azules y cálidas, plagadas de manglares. Construyeron hoteles para que gentes de tierras lejanas vinieran a disfrutar de nuestro paraíso. Nuestros hombres, cegados por ese progreso, abandonaron la granja y se pusieron a trabajar con las grandes empresas que ofrecían un empleo prometiendo prosperidad y avance para todos. Nos creímos el engaño. Mi abuelo ya era mayor y vendió las tierras a los yanquis que cultivaron un único producto y a los pocos años la tierra se convirtió en yerma. Las mujeres fuimos contratadas como camareras en los hoteles. Allí conocí a un turista que se encaprichó de mí y me trajo a España. También fue un gran engaño. Me tuve que espabilar y salir adelante. Por supuesto sin él. Ya no he querido más hombres en mi vida. No sé cuánto tiempo me queda por vivir, pero cuando me entristezco, me subo a los cerros en mi imaginación y veo la granja de los abuelos. El sol se esconde cada día.


2 comentarios:

MFL dijo...

El ☀️ "sale" cada día, también. Y, ... a pesar de los humanos

Manuel dijo...

Bonito micro relato cuya intensidad crece cuando el lector comprende que no se trata de un problema local, si no universal.