lunes, 10 de mayo de 2021

LA CAJITA RUSA

 




Por fin levantaron el confinamiento comarcal y ya pudimos movernos sin necesidad de llevar ningún certificado Covid. Se me ocurrió bajar a Barcelona y darme una vuelta por el barrio de las Glorias. Me sentía atrapada y agobiada. No había quedado con nadie, pues hoy día todo el mundo, o la mayoría, tienen pánico a relacionarse fuera de su burbuja. Fui paseando por aquella zona y acabé en los encantes. Hacía un día soleado primaveral y se veía bastante bullicio por las calles. Algunos de los puestos permanecían cerrados y otros sin embargo mostraban sus enseres como si no se hubieran movido en años y la pandemia no fuera con ellos. Me sucedió algo sorprendente. Me acerqué a un anciano que llevaba puesto un gorrito, y de inmediato reconocí que era de Samarcanda. Me hizo recordar mi viaje de hace años a la antigua URSS, poco tiempo después de que cayera el muro de Berlín y por lo tanto se deshiciera poco a poco la Unión Soviética. El hombre me regaló una sonrisa y al instante sentí una especie de electricidad que me recorrió el cuerpo. El anciano cogió una preciosa cajita lacada de madera y me la ofreció diciendo:

—Llévatela, es para ti. Hace tiempo que te está esperando.

Sonreí y la cogí entre las manos intentándola abrir. Estaba cerrada a presión, pero alguna cosa sonaba dentro. Lo intenté varias veces pero continuaba sin quererse abrir. Le pregunté al buen hombre cuánto costaba, y mirándome fijamente a los ojos, me dijo bajando la voz como si quisiera que nadie más escuchara lo que me iba a decir:

—La caja es tuya, hace años que te espera.

Abrí el monedero y saqué algún billete pero el señor se dio media vuelta y fue a atender a otros clientes. Entendí entonces que realmente era un regalo y me la llevé a casa.

Volví a intentar de todas las formas posibles abrirla, pero continuó herméticamente cerrada. Me fui a dormir y no sé cuantas horas habían transcurrido cuando de repente me desperté sobresaltada. Me levanté de la cama, cogí la cajita, y sin casi tocarla pude sacar la tapa. Contenía una moneda antigua de Lenin. La cerré de nuevo y me volví a la cama.

Aquella noche tuve un sueño revelador. La cajita con su moneda, perteneció a esa tieta olvidada, hermana de mi padre, que cuando estalló la Guerra Civil Española se la llevaron en un buque a Rusia y jamás regresó, ni nunca volvieron a saber de ella.

Desde ese día no hay noche que no sueñe con mi tía. La veo en una casa de acogida, jugando con más niños, y siempre me mira, y parece que me quiere decir algo que de momento no sé interpretar.

Veremos esta noche si me dice algo más. Quizás la moneda de Lenin . . .

 



1 comentario:

Margot dijo...

Con sempre, molt bé tata roserita