
Me he visto cabalgando en un bonito corcel, atravesando campos, praderas, aldeas y pueblos. La gente salía a mi encuentro y me aclamaban y dispensaban sonrisas y palabras amables. Yo me sentía satisfecha, pero al mismo tiempo intranquila porque sabia que me estaban espiando. Eran tus esbirros que te habían alertado de que yo iba repartiendo tus bienes a las familias más necesitadas de aquellas comarcas que tú gobernabas.
Entonces me adentré en un bosque y detrás de mí oí casquillos de caballos que me perseguián. Eras tú y tus soldados. Te adelantaste y me cortaste el paso deteniendo mi caballo. Me hiciste desmontar y me cogiste de los hombros zarandeándome. Estabas encendido de ira. Yo te dije, -cariño no me riñas ahora, házlo mañana. Me miráste a los ojos y toda la furia se desvaneció en un fuerte beso. Nos besamos apasionadamente y nuestros cuerpos se prendieron de fuego. Dulcemente me desnudaste y allí mismo hicimos el amor.
Luego me cogiste entre tus brazos y me transportaste hasta el lecho. En aquel momento tuve grandes deseos de acariciar al unicornio y cogí entre mis manos el cuerno dorado y lo besé y acaricié con mis labios y con mi boca. Tú estabas sumergido en un trance de pasión y cuando ya llegabas al límite, yo te pedí que aguantaras un poco más que quería cabalgar al unicornio. Al instante me penetraste hasta lo más profundo de mi ser y juntos cabalgamos convulsionándonos de gozo y placer. A los pocos momentos te explosionaste como un surtidor de fuegos artificales, derramando y esparciendo millones de partículas de vida que de inmediato prendieron dentro de mí. Entonces tuve una visión y supe que dentro mío una vida germinaba y que daría a luz un bebé. Sería un varón que gobernaría todas tus tierras y posesiones. La dicha y la Felicidad nos embargaba.
1 comentario:
El unicornio mola i aquet post, també
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