sábado, 20 de marzo de 2021

BUÑUELOS CON SORPRESA

 




            En mi pueblo hay una tradición que pasa de abuelas a nietas. Yo no iba a ser menos y cuando me casé, mi abuela me entregó una liga de color rosa con un bonito encaje, para que me la pusiera en la pierna el día de la boda. También me ofreció un frasquito pequeño conteniendo veneno. Esto era únicamente en el caso de que el marido te saliera rana y quisieras sacártelo de encima sin levantar sospechas. Es bien sabido que las mujeres, si es que queremos matar a alguien, lo hacemos con veneno.

          Yo me sorprendí y no quería aceptarlo, porque estaba tan enamorada del hombre que iba a ser mi marido, que no podía imaginarme qué cosa tan horrible podría suceder, para que yo tuviera que llegar a ese extremo.

          —Cógelo niña, no seas burra —me dijo la abuela poniéndome el frasco entre las manos.

          Yo no rechisté y guardé aquel recipiente en el cajón de una cómoda.

          Me casé y tal como yo esperaba, me sentía inmensamente feliz con mi marido. Éramos una pareja envidiable. Cada uno tenía su trabajo, nos respetábamos los espacios e incluso algún día cada uno salía con sus amigos porque nos teníamos plena confianza.

          ­Habían pasado los años pero continuábamos igual de enamorados como el primer día. No habíamos podido tener hijos, pero en su momento lo estuvimos hablando y decidimos que tampoco los necesitábamos y no hicimos nada al respecto.

          Un día llegó a casa muy contento mientras yo estaba cocinando unos buñuelos de bacalao que sabía que le encantaban y me dijo dándome un beso, que en la empresa lo habían ascendido y que sólo había un inconveniente. Tendría que viajar algunos días al mes y pernoctar en las ciudades donde la empresa tenía las filiales. —No pasa nada cariño, aunque no me hace gracia de dormir sola, pero ya me acostumbraré.

          Aquel ascenso nos supuso un aumento sustancial de nuestra economía, con lo cual nos podíamos permitir el lujo de hacer largos viajes en las vacaciones. Todo iba como una seda, hasta que un día de los que él estaba en el extranjero, sonó el teléfono a media noche. Sobresaltada lo cogí, y al otro lado de la línea, una mujer entre sollozos me dijo que estaba embarazada.

          Al cabo de un tiempo, una noche antes de que él regresara de viaje, me puse a cocinar los buñuelos que tanto le gustaban, pero cuando ya tenía la masa preparada, fui a la cómoda, abrí el cajón y cogí el frasquito que me regaló la abuela.

 




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