jueves, 24 de febrero de 2011

CONFUSION ENTRE FLORES


Faltaban pocos días para el largo y esperado fin de semana y Claudia todavía no tenía ni idea de dónde se hospedarían ella y sus amigas. Lo que sí sabían con certeza es a dónde irían. Por supuesto a la playa y con toda seguridad a la Costa Brava. Estaban ansiosas por empezar a broncearse y si el tiempo no cambiaba, hasta se darían el primer baño de la temporada.

Todo ello se lo estaba comentando Claudia a su compañero Felipe, mientras cerraba el PC y ordenaba los papales desparramados encima de la mesa. Este gentilmente le ofreció:

- No te preocupes Claudia, tengo un apartamento en Playa de Aro y como no he pensado ir el próximo fin de semana, si queréis, lo podéis utilizar sin ningún compromiso.

Claudia se sorprendió por la generosidad de su compañero y, después de fingir alguna duda o reparo, aceptó de inmediato e incluso antes de plegar, se lo comunicó contenta a sus amigas.

Así, llegado el viernes a primera hora de la tarde, llenaron de bártulos el coche de una de ellas y emprendieron viaje hacía Playa de Aro, siguiendo las instrucciones que Felipe dio a Claudia para encontrar la urbanización donde tenía el apartamento, que se llamaba Jardín del Edén.

El Jardín del Edén era un conjunto de parcelas donde en los años 70 se empezaron a construir bloques de apartamentos. Estaba limpio y cuidado y cada uno de los bloques tenía nombre de flores; margaritas, gardenias, amapolas, orquídeas, etc. A la entrada del recinto había un pequeño edificio que en su día perteneció a la constructora y que ahora lo regentaba la comunidad de vecinos. Se ocupaban de la limpieza y mantenimiento y tenían copias de las llaves de todos los apartamentos.

Felipe era un verdadero despiste y el viernes cuando llegó a la oficina le comunicó a Claudia que la noche anterior no pudo encontrar por ninguna parte de la casa las llaves del apartamento. - No sufras, le dijo, - ahora mismo voy a llamar al Jardín del Edén para informarles que vendrán unas amigas mías y que os dejen las copias de las llaves de mi apartamento . El bloque se llama Gardenias y es el apartamento nº 8.

Encontraron por el camino un poco de caravana, pero llegaron sobre las seis y si se daban prisa en instalarse, todavía podrían bajar un poco a la playa. Se dirigieron a la recepción y se identificaron como las amigas del Sr. Felipe Pérez. La secretaria, después de echarles una repasada con el rabillo del ojo, les dijo que debía confirmarlo con el propio Sr. Pérez, pues seguramente la llamada anterior la recibiría su compañera que solo estaba por las mañanas. Después de una corta conversación por teléfono, buscó en un armario lleno de llaves y les entregó un sobre con el nombre de Gardenias, 8.

Aparcaron el coche y empezaron a descargar todos los bartulos. Abrieron el apartamento y se quedaron perplejas. Tropezaron al principio con un par de bicicletas que estaban por allí en medio, pero el apartamento era amplio, de dos habitaciones y un confortable salón. Los muebles casi nuevos de diseño, reflejaban una exquisita decoración. No le faltaba detalle, había televisión , video, equipo de música, etc. La cocina americana estaba completamente equipada con su lavavajillas y todo. La puerta del cuarto de baño se encontraba semi-abierta y unos zapatos de mujer de tacón alto estaban tirados en el suelo, como si por las prisas no se hubiesen podido recoger. Una habitación tenía cama de matrimonio y la otra dos camas con las paredes cubiertas por un papel lleno de ositos que sostenían globos de colores. Claudia miró a sus amigas y sin pronunciar palabra se leyeron mutuamente el pensamiento. Felipe era soltero y aquel apartamento tenía toda la pinta de estar habitado por una familia. Claudia soltó una carcajada y cogió entre sus manos la fotografía de una bella mujer de unos treinta y cinco años. -¡Caray con Felipe! ¡Qué calladito se lo llevaba!. Cuando volvamos el lunes me tendrá que contar toda la historia. Será un bombazo, vaya con el soltero de oro, debe estar liado con una madre con dos niños. Deshicieron las bolsas y se pusieron los trajes de baño.

Estaban cerrando la puerta del apartamento cuando se acercó a gran velocidad, tocando la bocina una vespino. Era la secretaria y estaba sofocadísima. Casi no le salían las palabras. - Por favor recojan sus cosas y dejen todo tal como lo han encontrado. Ha habido un grave error, éste no es el apartamento del Sr. Felipe Pérez, sino el de la familia Martínez y están a punto de llegar. Por favor, se lo ruego, apresúrense, me peligra el puesto.

El apartamento de Felipe era lúgubre, un viejo sofá cama en el comedor era todos los muebles que existían y las paredes se caían de viejas. No había pintado en años. Un fuerte hedor a rancio demostraba que Felipe no iba por allí en mucho tiempo. Aquel apartamento era el número 8, pero del bloque Orquídeas.


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