jueves, 9 de diciembre de 2010

UN SUICIDIO EN NUEVA YORK



Un seco disparo rompió el silencio de la noche. Eran las tres de la madrugada de una de esas noches calurosas del mes de Agosto en Nueva York. Varias luces se encendieron en los apartamentos continuos donde se escuchó el estrepitoso sonido. Era el número 9 del decimoquinto piso del edificio 38 de la 96, con Park Avenue. Alguien avisó a la policía y de inmediato varios agentes se presentaron en el lugar de los hechos.

Un cuerpo yacía en el suelo, en medio de un enorme charco de sangre.

- ¡Hola Frank! ¿Qué tenemos?
- Buenas noches teniente. Varón, 45 años, casado, nacionalidad española, agente comercial. Parece que se ha disparado con una del 39.
- ¿Han llegado los de balística?
- No, todavía no.
- ¡Vaya nochecita! Si sigue este tiempo así, nos vamos a derretir, qué calor más sofocante. ¿Alguien ha visto algo?
- No, señor. El casero dice que le alquiló el apartamento hace dos semanas. Le pagó tres meses por adelantado. Le había comentado que estaba aquí para introducir una campaña de unos colorantes o productos químicos fabricados en España.
- Teniente, mire lo que había en el armario. Un maletín con un millón de dólares en billetes de cien. Una cajetilla y la copia de un recibo del casino Royal de Madison Square, fechado hoy.
- Frank, envía dos agentes al casino y que confirmen que estuvo esta noche allí.

Pocos meses antes, su jefe le había comunicado la noticia. Había sido escogido para viajar a EEUU y abrir mercado introduciendo aquellos productos que tenían una fuerte competencia. No sería una tarea fácil, pero precisamente por eso lo habían elegido a él. Por fin había llegado su oportunidad de demostrar su valía. Hacía tiempo que necesitaba un cambio. Se estaba aburriendo en la rutina diaria de visitar a los mismos clientes, haciendo la misma ruta. Ya era hora que contaran con él para algo importante. Se le estaba quedando pequeño el puesto.

Ahora preparaba los últimos detalles del viaje. Primero iría él solo a Nueva York. Alquilaría un apartamento y según cómo fueran las cosas traería a la familia. Clara, su esposa, no estaba del todo emocionada con la idea de mudarse a EEUU. Ella tenía un buen trabajo y no le hacía ninguna gracia dejarlo. Tampoco creía conveniente cambiar a los niños de ambiente, buscar colegios, dejar a la familia y amigos, etc. Además, nunca le habían gustado los americanos ni el tipo de sociedad que representaban. El día que su marido llegó a casa, contento con la noticia, tuvieron una fuerte discusión, pero al final la había convencido. No tenía más remedio que aceptar la decisión que él ya había tomado.

 Teniente, ha llegado el forense. Van a retirar el cadáver para hacerle la autopsia.
 Hola John, te pasamos mañana el informe a comisaria. Tiene toda la pinta de suicidio.
 Bien Richard, gracias.
 Señor han regresado los agentes del casino.
 Estupendo chicos! ¿Qué habéis averiguado?
 Efectivamente estuvo jugando a la ruleta durante dos horas. Primero estaba perdiendo una considerable cifra, pero luego inesperadamente cambió su suerte y consiguió ganar el millón de dólares. Cobró el dinero y abandonó el local. El portero le pidió un taxi y él mismo le indicó al chófer la dirección del apartamento que llevaba escrita en una tarjeta.
 No me explico entonces, ¿qué motivos tenía este tío para quitarse la vida?.

Joan llegó a Nueva York a finales de Julio. Se instaló en el bonito apartamento que le recomendaron unos amigos que habían estado hacía un año y se tomó unos días libres para hacerse una revisión en el Jonhs Hopkins Hospital. Hacía bastante tiempo que se sentía cansado y con fuertes dolores de cabeza. A veces incluso se le nublaba la vista. Pensó que sería debido a la fuerte tensión que últimamente había estado soportando con los preparativos del viaje y con las discusiones que tenía con Clara, ya que a medida que se acercaba el día de su partida, ella le insinuaba que no estaba dispuesta a seguirlo. Le hicieron varias pruebas y estaba esperando los resultados.

Aquella noche decidió airearse un poco y después de cenar en un Planet Holywood de la séptima, decidió darse una vuelta por el casino.

Iba en el taxi contento por la buena suerte que había tenido. Jamás se lo hubiera imaginado. Llegó al apartamento, abrió una cerveza, se puso cómodo y llamó a su esposa para comunicarle la noticia. En España eran las 10 de la mañana y Clara estaba en una reunión de trabajo. Le sonó el móvil y su marido le dijo lo que había ganado. Ella no le creyó, le dijo que habían terminado y colgó el teléfono.

Un fuerte zumbido ensordeció sus oídos. La vista se le nublaba y un gran vacío le congeló el alma. Se incorporó de la cama, abrió el primer cajón de la cómoda y cogió el revólver que estaba escondido debajo de las mudas. Se lo acercó a la cara, abrió la boca y lo introdujo dentro. No veía nada. La habitación estaba completamente a oscuras. Apretó el gatillo y se desplomó al suelo.

 Buenos días teniente. En su mesa encontrará el informe del forense.
 Buenos días Frank, que me traigan un café.

El inspector abrió el expediente y leyó:
Causa de la muerte: Disparo de bala que le destrozó el cerebro.
Observaciones: Se ha encontrado un tumor maligno de grandes dimensiones que le aprisionaba el encéfalo, produciendo pérdida de visión, fuertes dolores de cabeza y profundos zumbidos. Solo tenía vida para pocos meses.




1 comentario:

el cortes dijo...

Si uno pudiera retroceder en el tiempo, cuantas cosas cambiarían, verdad?