jueves, 3 de julio de 2025

EL DIA DEL APAGON, 28 DE ABRIL DE 2025

 



                    A las doce del mediodía, nos quedamos sin luz. Todos los aparatos se fueron desconectando y, lo primero que pensé, fue que algún cortocircuito en casa hubiera desconectado el diferencial. Enseguida me di cuenta que era algo más importante, pues los vecinos iban comentando la dimensión del tema.

          Aquel día precisamente tenía visita con la doctora del CAP. En una revisión ginecológica me habían detectado algo “sospechoso” y era necesario que me visitara un urólogo. Primero dudé si funcionarían las visitas médicas, pero comí deprisa, tampoco funcionaba la televisión para ver mis series preferidas de 3CAT y me fui al CAP. Por suerte tenían generadores y la doctora me visitó con amabilidad y después de leer el informe, activó el proceso de derivación al Hospital de Mataró.

          Después me fui andando a la plaza Santa Ana para tomarme algún refresco y ver el ambiente. Intenté llamar a mi amiga Blanca, que trabaja cerca en la calle Santa Marta, pero los teléfonos no funcionaban. Unos jóvenes que estaban sentados en una mesa, cerca de mí, iban comentando que incluso había caído Internet y la dimensión que iba cogiendo el apagón. Me acabé el refresco y me fui a casa.

          Al llegar todavía era de día y me acordé que no sé dónde compré una especie de linterna redonda para en caso de accidente con el coche, servir de alarma. Tenía dos funciones y la luz era muy potente. Me sirvió genial para moverme por casa y prepararme la cena. No tuve ningún problema porque siempre ceno fruta, un poco de queso y un yogurt. Como no funcionaba la televisión me metí en la cama. Cogí el móvil como cada noche para dar las buenas noches a todos mis contactos, familia, amigos, etc. Y entonces sí que me cogió un poco de angustia, sin llegar a un ataque de ansiedad, de sentirme completamente aislada y desconectada del mundo. Estaba sola, con mi gato Nil, y si aquella noche me sucedía algo, nadie se enteraría. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero enseguida se sintieron voces seguidas de aplausos y la luz había retornado. Encendí la televisión de la habitación y como cada noche estaban dando las noticias. Vaya notición. Después me dormí plácidamente, sin pensar ni especular en todo lo que vendría después. La mente poderosa que nos puede llevar a los rincones más oscuros, produciéndonos emociones indeseables.

 

viernes, 4 de abril de 2025

LA FELICIDAD






Marión, nos puso para este sábado el reto de que escribiéramos diez razones para sentirnos felices.

Como la Felicidad es algo muy íntimo y personal, os diré que para encontrar momentos, porque la Felicidad son solo momentos, debo trasladarme al pasado, pues ahora las circunstancias que me envuelven no me dejan alcanzar esa sensación de placer indescriptible que es la Felicidad. Quizás es porque no valoro suficiente lo que soy y lo que tengo. Es cierto. Sí que tengo buenas razones para sentirme feliz, pero a medida que pasan los años y ya no tienes aquella frescura y esperanza para ilusionarte en que se vuelva a repetir todos aquellos momentos que te hicieron sentir i vibrar, caes en una especie de pozo oscuro donde te encuentras con el monstruo de la Soledad.

Qué tiempos aquellos cuando nadaba como una sirenita en las cálidas aguas del Mediterráneo, o navegaba a vela sintiendo la brisa del mar acariciando mis mejillas y escuchando el chop chop de las olas chocando contra el barco.  Y cuando galopaba por las verdes praderas imaginando que era Isadora Duncan. Todos los años que disfruté practicando esquí, deslizándome por las altas cumbres acompañada de buenos amigos con los que compartíamos divertidos y emocionantes días. Ahora todo son recuerdos.

Momentos maravillosos con tu amor, con ese príncipe azul que tantos años habías soñado y por fin el Universo te concede esos instantes. Tumbados en la playa, con un sol radiante que te broncea y su contacto te estremece y te hace vibrar de una Felicidad placentera. No hace falta irte a ningún lugar lejano porque con él lo tienes todo. Eres inmensamente feliz.

Ahora, que es tan difícil relacionarnos, porque el que más o el que menos va cargado con una mochila de circunstancias que lo volvieron paranoico y a la mínima descarga en ti toda su amargura, quizás sí, que mejor quedarte en casa con tu fiel compañero, en mi caso Nil, mi gato.

No os quiero deprimir compañeros, siempre nos queda este Café Literario para comentar buenos libros y leer nuestros relatos donde nos hemos abierto y mostrado nuestra vulnerabilidad. Como dicen valorar el aquí y ahora y procurar amarnos todos un poquito más.

martes, 28 de enero de 2025

COMO VIVISTE TU EL FRANQUISMO

 


 

                    ¿Cómo viví yo el franquismo? Para ello me tengo que remontar a mi más tierna infancia, en el colegio de las monjas. ¡Qué educación recibida, Dios mío! Para empezar solo teníamos un libro, la enciclopedia Álvarez. Allí, según las directrices marcadas por la Ley de Enseñanza Primaria, os podéis imaginar cuáles eran sus contenidos. Historia Sagrada, Geografía, todos los ríos de España aprendidos de memoria. Pocas Matemáticas, la tabla de multiplicar, Historia de España, con el maravilloso descubrimiento de América y mucha Religión. Ah! Y en las últimas páginas siempre estaba el Movimiento Nacional, la División Azul, etc. Aquí es cuando Sor María Mercedes nos hablaba de lo bondadoso que era Franco. Decía que tenía en su dormitorio una vela siempre encendida para rezar. Quizás el dictador tendría algún remordimiento de conciencia, digo yo. 

                    En el verano íbamos de colonias a un colegio de las mismas monjas paúles en la Roca. Allí cada mañana alzábamos la bandera y cantábamos “El cara al sol”. También había niños, pero jamás nos mezclábamos. En la iglesia ellos se sentaban en unos bancos y nosotras en otros. La piscina la utilizábamos días alternos y no sé si la deberían desinfectar, por si las moscas. Siempre estábamos rezando, hasta el punto de que hubo un tiempo que mis amigas más íntimas y yo, queríamos ser monjas. Fue cuando en el colegio instauraron el seminario de novicias. Eran muchachas jóvenes con vocación de servir y se volcaron con nosotras. Yo tenía muchas carencias afectivas, pues crecí sin madre y me enamoré de ellas.

                    Otro recuerdo significativo era el “Nodo”. Cuando ibas al cine, antes de la película te pasaban las noticias. Las voces relevantes de José Hernández, Matías Prats, narraban cómo Franco había inaugurado éste o aquel pantano o auditorio. Un Nodo en blanco y negro que relataba la España negra en la que vivíamos.

                    En Octubre de 1970 empecé a trabajar. Sor Anastasia, a la que toda mi vida estaré agradecida, me propuso para que fuera a hacer una prueba a una multinacional química suiza. Allí abrí los ojos, y empecé a crecer como persona en todos los sentidos. En aquella época te formabas dentro de la empresa. Todos éramos jóvenes y compartíamos muchas actividades de ocio. La empresa tenía un club para los trabajadores. Eran los últimos años de la vida del dictador y dentro de las empresas ya había un caldo de cultivo dentro del mundo sindical. Tenía compañeros que estaban afiliados al Partido Comunista y las cosas empezaban a cambiar. Llegó la transición. Pero incluso entonces tuvimos que correr muchas veces delante de los “grises” en plaza Catalunya. Tengo muchos recuerdos que podría contar, supongo que como todos nosotros. Ahora me encanta estudiar la Historia de verdad, los tiempos de la República y sus bondades que me contaba mi padre. Qué pena que mi padre también se fue muy temprano. Ahora le preguntaría tantas cosas sobre sus vivencias en la guerra civil. Entonces en las familias había los silencios. Tú eras pequeña y no te enterabas bien cuando los mayores susurraban cualquier noticia o acontecimiento. Recuerdo que cuando llegaba el 1 de Mayo los “grises” se preparaban y los veías rondar por las calles. La familias se abastecían de alimentos por lo que pudiera pasar.  

                    No deberíamos perder la memoria de todo lo que vivieron nuestros padres, abuelos y nosotros mismos y reflexionar un poco para que no se vuelva a repetir el pasado. Vivimos tiempos convulsos y confusos, pero todavía estamos a tiempo de frenar a toda esa gente que pretende repetir la Historia.

 

 


https://youtu.be/ih9ISqH9nSs?si=fPpAJXcideWAdjza

                              


lunes, 2 de diciembre de 2024

LA MUERTE





La muerte forma parte de la misma vida. Cuando nacemos es la única certeza que tenemos, un día tarde o temprano hemos de morir. La muerte siempre ha preocupado a los humanos por el misterio que conlleva. Desde que los primeros homínidos alcanzaron el conocimiento, y fueron conscientes de que sus semejantes, un trágico o fatídico día dejaban de existir, comenzaron los rituales funerarios. A lo largo de la Historia, dependiendo de las costumbres y la época, el tema de la muerte se ha tratado de diferentes maneras. Los egipcios enterraban sus muertos con todas sus pertenencias para que cuando llegaran al más allá las pudieran seguir utilizando. Griegos, romanos. También de ahí salieron las religiones, los dioses. Todo aquello que no conocemos el hombre, con su gran capacidad de imaginar y por no resignarse a que un día en polvo se convertirá, crea paraísos fantásticos para dar continuidad a su vida. La muerte también ha estado tratada por filósofos, Schopenhauer decía que cada mañana renacemos y morimos cuando nos vamos a dormir. Poetas y dramaturgos, cantantes como Serrat en su emblemática canción “Mediterráneo” nos habla de “cuando me lleve la parca”. En nuestra cultura occidental, dejando de lado la religión católica, con su cielo e infierno, la muerte es algo que no queremos mirar de cara porque nos asusta y contra mas tarde llegue mucho mejor. Hay familias que por suerte la muerte todavía no la conocen porque nadie de su entorno más cercano se ha ido. Este no ha sido mi caso. Desde muy pequeña, con solo tres años, tuve que soportar la muerte de mi madre. Se marchó sin decirme adiós. Su ausencia toda mi vida ha sido insoportable y la herida todavía sangra en mí ser. Después se fue mi abuela, tíos, y también mi padre, cuando yo todavía lo necesitaba, pues era mi maestro, mi guía. Todos se marcharon muy pronto, quizás antes de que les tocara por edad. Solo la abuela vivió ochenta y ocho años y vio enterrar a ocho de sus diez hijos. Ahora también han traspasado amigos íntimos que echo mucho a faltar. “Cuando un ser querido se va, algo se muere en el alma…” Hay que pasar el duelo. Nunca los olvidaremos y siempre vivirán en nuestro corazón. Qué queréis que os cuente sobre la muerte, esa señora vestida de negro que por las noches te acaricia con su velo. Hay tantas teorías sobre ella. Hoy día la ciencia está estudiando si realmente hay vida después de la muerte, como todas las religiones y filosofías han descrito. Somos energía y ya sabemos que ni se crea ni se destruye. Somos consciencia. Formamos parte de una Consciencia superior. Cada cual con sus creencias. De una forma u otra aprovechemos y disfrutemos el aquí y ahora. Vivamos cada instante con Amor y armonía. Observemos la magia de la Naturaleza que nos habla. Demos gracias al Universo por lo que somos. Roser 


 

lunes, 8 de julio de 2024

LA BAILARINA CONTROVERTIDA

 



Esta noche no he podido dormir, he dado muchas vueltas en la cama y un mal presentimiento me acechaba. Al alba, he escuchado fuertes pasos de botas de soldados. Me venían a buscar. Ha llegado la hora. La Hermana María, con mucha cautela, ha entrado en la celda y me ha despertado. —Cariño, están aquí, vístete.  —Por favor hermana, ayúdeme a peinarme. No quiero que me vean así. Mi preciosa melena color negro azabache. Cuántos hombres todavía pagarían por acariciarla.

          Ahora, aquí, delante del pelotón de fusilamiento, me van a ajusticiar. En un instante, mientras los soldados preparan sus armas, el tiempo se para y como fotogramas de una película, recuerdo toda mi vida.

          Me llamo Margaretha Geertruida Zelle, nací en una familia acomodada neerlandesa en 1876. Los primeros años de mi infancia fueron muy felices. Era dicharachera y pronto aprendí a hablar en diferentes idiomas. Mi padre me paseaba cogida de la mano, por las calles del norte de Holanda, muy orgulloso. No era una niña guapa, pero sí destacaba mi pelo negro y tez morena, en medio de tantos rubios de piel blanca. Decían que era exótica y que quizás mi origen venía de las colonias orientales.

          Pero como sabes, estimado lector, la felicidad dura muy poco, y la mía se vio truncada cuando mi padre huyó con otra mujer en 1889. Nunca pude comprender, que si yo era la niña de sus ojos y siempre me colmaba de regalos caros, nos pudiera abandonar. Mamá no lo pudo superar y al cabo de dos años falleció.

          A los 14 años entré en una escuela para formarme como maestra de guardería. Por aquel entonces, mi actividad sexual ya era muy importante y seduje a un hombre casado de 51 años, nada menos que el director. Solo habían transcurrido dos años y me expulsaron. Entonces me fui a vivir con mi padrino a La Haya, una ciudad llena de oficiales de las colonias que regresaban de su servicio en las Indias Orientales Holandesas.

          Un día, después de tener diversas aventuras desafortunadas, hastiada, desesperada y triste, contesté el anuncio insertado en el periódico del capitán Rudolf MacLeod: “Busco una muchacha de talante agradable que quiera convertirse en mi esposa y esté dispuesta a seguirme allá donde mi trabajo me lleve”. Enseguida pensé que los oficiales de las Indias Orientales vivían en mansiones enormes y que este hombre me podría dar una vida mejor. Estuvimos carteándonos muy poco tiempo y, aunque Rudolf era veinte años mayor que yo, nos casamos en Amsterdam el 11 de julio de 1895 cuando todavía no había cumplido los diecinueve.

          Yo quería vivir como una mariposa al sol, dije en alguna entrevista, pero como te he comentado antes, la felicidad dura muy poco. Enseguida descubrí que mi marido estaba lleno de deudas, era adúltero y bebía mucho alcohol.

          En 1897 nos trasladamos a la isla de Java, con nuestro bebé Norman John y en el buque que nos transportaba, descubrí que me había contagiado de sífilis. Enfermedad que hacía estragos entre los militares de las Colonias Orientales y de muy difícil tratamiento. En 1898 nació nuestra niña Louise Jeanne. Nuestro matrimonio se había ido deteriorando a marchas forzadas y cada vez estábamos más lejos uno del otro. El me trajo a casa una concubina que la hizo pasar por la asistenta doméstica.

          Un día sucedió algo terrible, que sería el principio de que todo cambiara. Un soldado nativo, resentido por el maltrato que recibía de mi marido, conchabado con la asistenta, entró por la noche en los aposentos de los niños, y les proporcionó una sustancia venenosa. Mi pobre Norman falleció con una espantosa muerte. Louise se salvó gracias a que yo todavía le daba el pecho. Yo quedé desolada. ¿Te puedes imaginar el sufrimiento de una madre, perdiendo a su primogénito con una muerte tan espantosa? Mi marido buscó amparo incrementando la toma de bebida. Yo cubrí mi soledad interesándome por la cultura javanesa, en especial con las danzas folclóricas balinesas y las técnicas amatorias orientales, que me proporcionaron años más tarde fama como cortesana de lujo.

          Regresamos a Europa y en 1906 nos divorciamos definitivamente en Holanda. En principio yo tuve la custodia de mi hija, pero poco tiempo después Rudolf presentó un alegato haciendo constar mi libertina vida en la isla. Jamás me pasó una pensión alimenticia y me tuve que espabilar para sobrevivir. Alguien dijo que una mujer se hace fuerte a copia de sufrimiento.

          Me trasladé a Paris y posé desnuda para varios pintores. Mis ingresos eran muy bajos y tuve que empoderarme. Aprovechando la literatura romántica del siglo XIX sobre la cultura oriental, utilizando mis conocimientos de danza y con mi aspecto físico exótico, cree el personaje de Mata Hari, supuesta princesa de Java que significa en malayo “El Ojo del dia”. Actué en el Museo  Guimet propiedad del coleccionista Émile Étienne Guimet. Aquí empezó mi fama haciendo de bailarina exótica y con velos traslúcidos que dejaban ver mi cuerpo. También hacía strip tease. Las localidades quedaban agotadas de inmediato. Te puedes imaginar cómo encandilaba a los hombres con mis movimientos exuberantes y no te voy a negar que me convertí en una cortesana de lujo. Tuve muchos amantes de todas clases sociales y entretanto, estalló la Guerra Mundial. Como Holanda se declaró neutral yo podía transitar de un lugar a otro sin ningún problema. Me acusaron de ser una espía de ambos bandos y ya sabes que cuando un hombre está relajado en brazos de una cortesana, le confiesa todo aquello que necesita liberar de su mente.

          Se ha escrito mucha literatura sobre mí, pero la verdad es que soy inocente. Se me hizo un juicio bastante dudoso y poco claro, que puedes comprobar en los libros de historia. Sólo soy una pobre mujer que después de una infancia feliz, tuvo que hacer de todo para sobrevivir.

          Ahora solo me acuerdo de mi hija, que el depravado de mi marido no me dejó jamás volver a ver. Muero en paz.

 

          Este relato de ficción está basado en hechos reales.

 

Roser Lorite





lunes, 3 de junio de 2024

YO SOY LA MADRASTRA


 

Sí, yo soy la madrastra, pero cuando lean mis circunstancias, podrán sacar conclusiones. Yo donde estoy ahora lo veo todo con claridad.

Nací en los años veinte, en una familia humilde, más bien pobre, en el barrio de la Sagrera. Yo era la tercera de cinco hermanos y como pueden suponer, me tuve que ocupar de los pequeños, además de ayudar a mi madre en cualquier tarea que a ella se le ocurriera. Con seis años ya acompañaba a mi madre a limpiar la casa de unos señores burgueses, que vivían en la zona alta de Barcelona, por allá San Gervasio. Creo que eran industriales de una fábrica textil, Fabra y Coats, en el barrio de Sant Andreu, donde de más mayor trabajé un tiempo enhebrando las máquinas de hilar. Aprovechaban nuestros pequeños deditos para introducir el hilo por el estrecho orificio de la aguja.

Nunca fui a la escuela y por tanto nunca he sabido ni leer ni escribir. Tampoco mi madre me enseñó nunca a hacer una caricia o dar un beso, porque era una mujer tirando a huraña, o quizás no tenía tiempo y desde luego, todo aquello que no ves a tus mayores o no te enseñan de pequeño, rara vez tú podrás luego realizarlo.

Y como ya saben, en el treinta y seis estalló la guerra civil y mis recuerdos son de pasar mucha hambre y muchísimo miedo. Mi hermana pequeña y yo dormíamos en la misma cama y había noches que sonaban tantas veces las sirenas, anunciando los aviones italianos y alemanes que venían a lanzar sus bombas, que ya no teníamos ganas de bajar al refugio y nos escondíamos debajo de la cama sin importarnos que aquella fuera nuestra última noche.

Los últimos meses de la guerra ya no quedaba nada para comer y los rumores decían que en la estación de Francia había trenes cargados de comida. Allí nos íbamos corriendo, pero la mayoría de las veces volvíamos con las manos vacías o en el mejor caso, con algún saco de avellanas.

Pasaron los años, y como toda mujer, el objetivo era conocer un buen partido para casarse, un hombre que te mantuviera y tú dedicarte a lo que las mujeres de la época se dedicaban, las tareas del hogar. En eso mi hermana, aunque era tres años menor que yo, siempre fue muy espabilada y se lo sabía montar. Ella me instruía en cómo debía camelarme a un hombre, para sin que se diera cuenta, quedara atrapado.

Y así sucedió, que en la fábrica donde ya empecé a tejer conocí a Pere. Enseguida nos gustamos y cuando sonaba la sirena para hacer una parada para desayunar, nos encontrábamos en la cantina y quedábamos para ir al cine o a bailar. En verano íbamos a la playa, le gustaba mucho nadar. Y allí en la Barceloneta, nos dimos los primeros besos y caricias. Estuvimos festejando dos años y ya hacíamos planes para algún día casarnos. De hecho ya lo había llevado a casa y lo conocía toda mi familia.

Pero el destino es cruel, y un desafortunado día, él estaba limpiando y engrasando unas maquinas y algo funesto se descolgó y quedó atrapado entre hierros pesados que le fracturaron la columna. Sonaron todas las alarmas y lo llevaron de inmediato al Hospital Clínico. Estuvo ingresado muchos meses. Pudieron salvarle la vida, pero no sus piernas. Quedó parapléjico en una silla de ruedas. Yo al principio iba a verlo muchos días al salir de la fábrica, pero a medida que iba pasando el tiempo y supimos cómo había quedado, mi madre emitió una sentencia. ¿Qué harás con un inválido? Lloré mucho y me desesperé. Lo fui a ver una última vez ya en su casa y él mismo, presintiendo mis dudas y remordimientos, me dijo que me olvidara de él.

Transcurrió el tiempo, y aunque se me habían quitado las ganas de frecuentar con hombres, ya saben, marinos norteamericanos en el bar Cosmos, abajo en las Ramblas, una tarde de domingo mi hermana me animó para que la acompañara a bailar a Piscinas y Deportes.

Y cuando llevaba un buen rato observando a las parejas como bailaban bien agarraditas, escuché una voz melodiosa que me pedía para bailar. Me miró a los ojos y yo le extendí mi mano. Olía a colonia Varón Dandy. Vestía impecable, un traje gris merengo. Sus modales eran de un auténtico caballero. Enseguida intimamos. Cuando lo vio mi hermana, me dijo que no me lo dejara escapar.

A los pocos días de salir, me confesó varios temas importantes. Era joyero,  viudo, tenía tres hijas, la mayor de 18, la mediana de 7 y la pequeña de 4. Vivían todos con la suegra en un piso por Plaza de España. También me dijo que estaba saliendo con una chica de Vallfugona, pero que su relación no acababa de funcionar. Aunque todas estas noticias me echaron para atrás, continuamos frecuentando la cama. Era un amante excelente.

Yo me lo pasaba genial con él, pero sin ninguna perspectiva de futuro. No tenía seguro si alternaba con la otra y tampoco me emocionaba el panorama que me había descrito. Para ser sincera, jamás me han gustado los niños. Ya tuve suficiente con mis hermanitos.

Pasaron los meses y un buen día me di cuenta de que no me bajaba el periodo. Yo ya tenía unos añitos, pero no tenía la seguridad de que todavía fuera fértil. Pedí hora al médico y me confirmó que estaba embarazada. Lo comenté en casa y mi hermana se puso a aplaudir. Mi madre organizó una comida familiar y lo invitamos con el fin de comunicarle la noticia. Estábamos todos, mis hermanos mayores también. El pobre se quedó helado. Pero antes de que se marchara, nos dijo que cumpliría con sus obligaciones y que no me iba a dejar sola.

Y una tarde de domingo, me llevó a su casa y me presentó a toda su familia. También vinieron sus amigos íntimos que vivían enfrente. El piso era más pequeño de lo que yo había imaginado. Además una habitación la ocupaba su taller de joyería dónde él y sus operarios elaboraban unas hermosas piezas de oro. El recibimiento, sin ser hostil, no fue como para tirar cohetes. Se oían rumores por todas partes y las niñas me miraban como un bicho extraño. La anciana, me dijo que me lo pensara bien antes de dar el paso. Pero ¿qué otra alternativa tenía?

A los pocos meses nos casamos en la parroquia de mi barrio. Estuve arropada por toda mi familia. Algo sucedió en medio de la ceremonia. Se escuchó un chirrido y la pesada puerta de la iglesia se abrió y entró una muchacha. Los rumores comenzaron cuando todo el mundo se giró para ver quien entraba. Era la ex novia de Vallfugona, que venía a cerciorarse de que ya no había vuelta atrás. Pobrecilla, estaba enamorada.

Nos fuimos un par de días a la Costa Brava, como viaje de novios, y a la vuelta ya me instalé en su casa con lo puesto. Tuvieron la delicadeza de sacar el cuadro enorme de la fotografía de su anterior y amada esposa, que coronaba la cama de matrimonio, y lo colgaron en la habitación donde dormían las niñas. Por supuesto, la suegra marchó a vivir a casa de su otra hija en la calle Hospital.

Y llegó el lunes y me tuve que integrar en la familia. La hija mayor continúo ocupándose de sus hermanas y yo de ir a hacer la compra y cocinar. Enseguida me di cuenta que todo aquello me venía grande. Llegó la hora de comer y mi marido salió de su taller de joyería y se sentó a la mesa. Las niñas pequeñas ya estaban con sus batitas azules, preparadas para ir al colegio y se despidieron de su padre dándole un beso. A mí ni me miraron. Su padre las paró y les dijo: —Nenas darle un beso a María, que a partir de ahora será vuestra madre. Yo sin pensarlo ni un momento, agobiada como estaba, sintiendo las patadas en mi vientre del hijo que esperaba, solté: —Yo plato de segunda mesa no soy, y que quede claro que estas no son mis hijas y nunca lo serán. Un silencio sepulcral reinó en la estancia.

A los pocos meses nació mi hijo. Un varón precioso que llenó de gozo a mi marido, pues sólo había tenido niñas y siempre lo había deseado. Para acallar las malas lenguas, además era clavado a él. Yo no podía con todo, ni mucho menos. La mayor se puso a trabajar de dependienta en una joyería donde conocería a su futuro marido. Vino entonces a ayudarme una vecina de la escalera que ya en vida de la antigua mujer, entraba a hacer las tareas más pesadas de la casa, limpiar, hacer lavadoras, etc.

Tengo que reconocer que todas se volcaron en darme apoyo, pues el niño era un encanto. Los niños son inocentes y se relacionaba con sus hermanas de maravilla. Fui yo que lo quise educar como mi madre había hecho conmigo, con las mismas manías y prejuicios. Esto generaba discusiones, burlas y risas por parte del resto de la familia. Yo no daba al abasto con todo y tal como dije aquel desafortunado primer día, separé la familia “tus hijas y mi hijo”. Ahora soy consciente que nunca acompañé a ninguna a comprarse un vestido o a llevarlas al médico. Para eso ya estaba la hermana mayor e incluso su padre tal y como habían hecho desde que falleció la madre.

Nuestra relación de pareja también se fue enfriando porque yo jamás estuve a la altura. Mi marido era un intelectual, un artista nato. ¿Qué conversaciones podíamos tener? ¿De qué temas podíamos hablar? Yo ni siquiera sabía leer ni escribir. Tampoco tuve la intención de aprender, ni cuando mi hijo empezó a ir al colegio. A él también lo avergonzaba y cuando yo metía la pata en preguntas como qué era más grande, Paris o Francia. Se reía y decía, mi madre es algo campesina.

Transcurrieron los años, la mayor se casó y marchó de casa, las otras encontraron trabajo y hacían su vida, y mi marido se dedicó a sus múltiples hobbies, poesía, fotografía, y por supuesto su oficio de joyero, que ahora ya no lo hacía en la habitación del taller, porque una empresa lo contrató a él y a sus operarios. Aquella casa se convirtió en una especie de pensión, donde la gente solo venía a comer y dormir. Mi marido continúo teniendo relación con toda la familia de la madre de las niñas, pero a medida que yo les abría la puerta con el delantal puesto y cara de póker, dejaron de venir. Y es que era mi carácter, no lo hacía con malicia. Me estaba volviendo como mi madre.

Ahora sé que todo está escrito y una tarde calurosa del mes de Julio, mi marido se levantó de la cama de hacer la siesta, como era su costumbre, y se marchó a comprarse unas zapatillas. Al día siguiente nos íbamos todos a una excursión, organizada por el club de la empresa donde trabajaba la mediana. Yo estaba en la galería tendiendo una lavadora y sentí primero que introducía la llave en la cerradura y a continuación un golpe seco y un susurro. Corrí al recibidor y encontré a mi marido estirado en el suelo con la frente sangrando. Solo pude escuchar un susurro que no entendí. Falleció en el instante. Salí corriendo a pedir auxilio a los vecinos y en ese momento, llegaba mi hijo del instituto y vio a su padre allí muerto. El mundo se me vino abajo.

A pesar de que las hijas se ocuparon de solucionar todo el papeleo, yo tenía un miedo terrible de cómo íbamos a vivir. Cobré una suma importante del seguro de la casa, por accidente en el hogar, dinero que duró poco porque mi hermana, que estaba acostumbrada a venir a casa y pedirle dinero a mi marido, ya se encargó de sonsacarme una buena suma. Además me dejó bien claro, que a partir de ese momento, yo era la dueña de todo y así se lo tenía que transmitir a las chicas. Un día, cuando ellas estaban trabajando, vino y empezó a revolver los cajones del taller. Encontramos todas las joyas de la familia y ella se encargó de venderlas y o empeñarlas.

Este hecho fue el detonante para que las muchachas buscaran un piso y se fueran de casa. Yo me quedé sola con mi hijo, y entre la educación que le di y el trauma que le causaría la muerte de su padre, jamás se puso a trabajar y vivió conmigo, hasta que yo también ya anciana, marché a este espacio atemporal donde nos une la consciencia y puedes reflexionar de todos los hechos de tu vida. Mi marido y su amada esposa están en un plano superior para almas más evolucionadas.

 



martes, 19 de marzo de 2024

EL DESPERTAR

 





Fa temps que estic atrapada en la foscor. Tinc la sensació que visc en una mena de bombolla de cristall, inclòs un bonic jardí, que no valoro. M’he fet gran, han passat els anys volant i ja no tinc aquella energia que em feia sortir del forat i m’anava a navegar sobre el mar, sentin el vent a la cara, o pujava les muntanyes plenes de neu per llençar-me amb velocitat per les pistes d’esquí. Viatges arreu que m’omplien de plaer. Altres paisatges, altres cultures que trencaven la monotonia del dia a dia. A les hores tot era esperança.

Sempre en busca de l’amor perdut i sempre patint l’abandonament. Un destí maleït que m’ha negat tot allò que desitjava i em feia feliç. Ja no em queden llàgrimes de tant plorar.    Ja no tinc ni ganes de sortir al carrer, on cada dia veus mes injustícia i dolor. Una societat individualista e inhumana que ens aboca a la més horrible solitud. On són aquells amics aixopluc de les teves misèries i mancances?. No hi ha Humanitat.

M’he deixat tant, que m’han crescut unes ungles ben llargues i punxegudes. I com la realitat no existeix, més allà del que crea el nostre cervell, he decidit anar rascant cada dia amb l’ungla més llarga, aquest vidre que m’empresona. A mida que ho faig, vaig veient la llum, una llum poderosa que en realitat surt del meu interior i em connecta amb l’AMOR mes gran.

Ara per fi em sento com aquell peix que després de donar voltes infinites sobre sí mateix, s’apodera, agafa embranzida, i surt volant de la peixera confortable a un nou Despertar.