jueves, 3 de mayo de 2018

PENSION LA CRUZ


Había estado nevando toda la noche y todavía caían algunos copos de nieve que se estrellaban y disolvían en el agua. El rio bajaba ligero sorteando las piedras que encontraba por el camino. Quizás ese pequeño sonido despertó a Susana, que abrió los ojos sin saber bien bien dónde estaba. Llevó la vista hacia la ventana y vio los copos de nieve caer, ahora arrastrados por la ventisca que los dispersaba en todas direcciones. Respiró hondo y un sentimiento de felicidad le invadió el alma. Miró a su derecha y Mark continuaba durmiendo con una respiración silenciosa y pausada. Notó su calor confortable y su brazo que con suavidad la tenia cogida. Le observó durante unos instantes, sus ojos cerrados, la nariz afilada, los labios carnosos. El solo contacto con su piel la excitaba. Dios mío, qué feliz me siento. Esto es lo que siempre había soñado. Los ojos se le llenaron de lágrimas porque otros brazos fuertes y robustos también hace muchos años, de la misma forma cálida, la abrazaban por las noches cuando en medio de la oscuridad se despertaba llorando por la ausencia de mamá. Su padre la acurrucaba hasta que la vencía el sueño. Con estos recuerdos, miró de nuevo a la ventana, y viendo los copos caer, volvió a dormirse.

 Un aire frio le estaba helando la espalda. Se despertó y vio a Susana que se había apropiado de toda la ropa de la cama. Con cuidado para no despertarla, cogió una punta del nórdico y se cubrió el cuerpo desnudo. Qué hora sería, habían quedado para desayunar con la otra pareja y subir a las pistas. No había prisas. Si no esquiaban hoy lo harían mañana. Susana despedía una fragancia especial que hizo que la deseara. No era ni mucho menos su tipo. No era la mujer esbelta de la que todavía estaba enamorado y que tantas noches, tardes y mañanas habían disfrutado de un sexo sin límites, con la complicidad de los buenos amantes. Qué había ocurrido, tantos años sin una sola caricia, sin ni siquiera un beso. ¿Dónde había fallado? ¿En qué momento su mujer lo aburrió? ¿Por qué me castiga de esta manera? Me siento abandonado. Susana seguía durmiendo, dibujando una sonrisa en sus labios. No era fea, tenía unas curvas pronunciadas y ayer me hizo feliz. Se entregó a mí y dejó que la condujera. La hice temblar como una hoja. Jamás había recibido tanto amor de una mujer. Sus besos cálidos realmente sabían a miel. Estaba traicionando a su mujer pero ella se lo había buscado. Ya no aguantaba más aquella situación de abandono. Se estaba ahogando. Pero he metido a Susana en un buen lío. Está enamorada de mí. Lo veo en sus ojos. Lo siento en sus caricias. Yo sin embargo, si pudiera arreglar mi matrimonio, tantos años tirados por la borda. Mañana cuando vuelva a casa, qué le digo. Me hará preguntas, querrá saber si me he acostado con su amiga.

 La temperatura había subido varios grados y Susana notó que todo su cuerpo se estremecía. Abrió los ojos y vio a Mark que la estaba observando, mientras su mano le acariciaba el pubis. –Buenos días cariño, está nevando mucho, ¿lo has visto? ¿Iremos a esquiar? ¿Qué hora es? Ya no pudo emitir ningún sonido más porque los labios de Mark le tapaban la boca. Toda la ropa sobraba. El nórdico acabó en el suelo y ellos dos encima. Sus cuerpos se revolcaban en un eterno frenesí. Ah!, cuánto placer, jamás ningún hombre me había hecho sentir de esta manera, voy a gritar. A través de la ventana se veía la nieve deslizarse con copos cada vez más grandes y copiosos. Los dos cuerpos extenuados yacían sobre la cama. Seguro que hoy no esquiarían. Se miraron a los ojos con complicidad y se abrazaron de nuevo. De repente sonó el teléfono de Mark. Se incorporó de un brinco. Marta, su mujer, lo requería para algún asunto doméstico que como siempre ella era incapaz de solucionar.

Susana, se levantó de la cama, cogió algo de ropa para cubrirse y se acercó a la ventana. Había parado de nevar y parecía que las nubes se estaban dispersando. Un tímido sol quería mostrarse entre ellas. Los ojos de Susana se volvieron a llenar de lágrimas y un nudo en la garganta le frenaba el llanto. Se estremeció pero ahora por un presentimiento que la hizo entristecer. Aquel hombre que la podría hacer inmensamente feliz, jamás seria para ella.

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